Una cosa es quedar en buenos términos y que la vida te ponga a tomarte un café con alguien que te superó tanto como tú lo superaste a él (ella) y otra, que tú te inventes razones -la solidaridad, la bondad, la entrega al prójimo- para no pasar página. Tú no tienes que estar salvando a nadie, cuidando a nadie ni redimiendo a nadie, porque eso es clavo pasado y si se enferma anda a visitarlo, pero no tienes que convertirte en su Florence Nightingale, pero ni de coña.
Si somos consecuentes con la noción de pasar página, ya no tenemos nada más que aclarar ni nada más que explicar, porque las aclaratorias y las explicaciones se dan cuando tiene sentido hacerlo, no después. No hay razón o argumento que justifique de nuevo el enganche, y, por lo general, esas razones son argumentos que nos damos nosotros a nosotros mismos para justificar el reenganche. No existe en el mundo nada que haya inventado el hombre más fulminante que la indiferencia, el silencio, el vacío, la nada, y no hay que verlo como sadismo, ni como falta de solidaridad con el "pobre" otro, sino como cuidado de uno mismo, que es el primer mandamiento. Cualquier respuesta es saboteo de nuestra parte más débil, que no quiere renunciar...
Mis conversaciones con la Maga
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