Sunday, February 20, 2011

Los activistas callejeros negocian con los militares y buscan aliados

Primero fue Twitter, después la plaza y ahora la política

Por Sarah El Deeb / Agencia AP

EL CAIRO- Una semana después de la caída de Hosni Mubarak, los jóvenes activistas que impulsaron el levantamiento en Egipto presionan ahora para asegurarse el trofeo final: una verdadera democracia. Pero ya perciben amenazas. Los nuevos gobernantes militares no han desarticulado el poder del ex partido gobernante y se muestran evasivos sobre sus planes futuros. Y la revolución de los manifestantes también enfrenta divisiones.

El cohesionado grupo de jóvenes de 20 y 30 años que generó las protestas en Egipto consiguió deponer a Mubarak mediante un movimiento sin líderes pero muy bien organizado. A través de Facebook y de Twitter convocaron a cientos de miles a las calles y redactaron manuales de resistencia pacífica.

En el calor de las protestas ininterrumpidas en la plaza Tahrir, se apiñaron en una carpa situada al costado de la multitud para seguir el rápido desarrollo de los acontecimientos y decidir sus próximos pasos. En el proceso, el grupo formado en su mayoría por jóvenes de la clase media egipcia, provenientes de diversas ideologías, forjó un lazo de espíritu revolucionario.

Para la etapa pos Mubarak, intentan conservar ese lazo, pero ahora le añaden nuevas herramientas. Los activistas callejeros se están transformando en jóvenes políticos que esbozan plataformas, negocian con los generales del ejército y buscan aliados políticos.

La nueva etapa conlleva desafíos más complicados. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el cuerpo de generales de primer nivel que gobierna ahora el país después del derrocamiento de Mubarak, ha planteado una transición que enfatiza la rapidez y no el exhaustivo cambio democrático que exigen los manifestantes.

Los militares han permitido que miembros del partido de Mubarak dominen el gobierno provisional y los resortes del poder, incluyendo la influyente fuerza policial.

Los organizadores del grupo activista temen que si no se desarticula el partido gobernante y no se garantizan cambios de envergadura, Egipto vuelva a caer en un gobierno autoritario, un régimen al estilo del de Mubarak, pero sin el faraón.

Además, la coalición de protesta trata de evitar la fragmentación propia de anteriores movimientos reformistas, que tendían a converger detrás de una única figura, convertida en una personalidad de culto, y que luego se dividían debido a disputas individuales.

El nuevo gobierno urgió a los manifestantes a constituir su propio partido. Pero la coalición se niega, con el argumento de que la constitución de un partido provocaría divisiones y rompería el lazo representado por sus exigencias comunes.

En cambio, ellos se presentan simplemente como la Revolución. La coalición incluye las organizaciones de jóvenes y partidos que impulsaron las protestas contra Mubarak, junto con jóvenes cuadros de la Hermandad Musulmana.

Su cuerpo directivo de 13 miembros incluye liberales, izquierdistas seculares, Hermanos Musulmanes y cristianos, todos ellos provenientes de la clase media. El mayor tiene apenas 41 años y todos sus integrantes se han esforzado por mantenerse sin sedes fijas.

Dos de ellos pasaron los días siguientes a la caída de Mubarak redactando su manifiesto, el Documento Político, que bosqueja su visión de la transición a la democracia. Otros, en tanto, se encontraron con los generales del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas durante el fin de semana y reunieron un círculo de expertos y de figuras públicas para que los ayuden a enfrentar una miríada de temas legales y constitucionales que quieren modificar.

Pese a que la coalición procura evitar cualquier división de sus filas, han surgido varias agrupaciones separadas y muchos temen que la confusión sobre quiénes hablan por "a Revolución puedan volver a abrirle la puerta al ex partido gobernante.

Traducción de Mirta Rosenberg

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