Tuesday, September 7, 2010

Gaza: campo de concentración


Por José Antonio Pérez Tapias, Granada Hoy - España

Como nos decía un parlamentario palestino, desde su experiencia como preso en cárceles israelíes, a diputados españoles que visitábamos con la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos los territorios ocupados -Cisjordania y Jerusalén Este, pues el Estado israelí nos negó la entrada a la Franja-, en prisión se cuenta con agua y electricidad, cosas de las que apenas si dispone la población de Gaza, así como con comida y techo, de lo cual cabe decir otro tanto.

La destrucción que supuso la Operación Plomo Fundido sobre esa zona palestina en enero de 2009 dejó maltrechas las condiciones de sus hacinados habitantes, asfixiando su economía, desgarrando su tejido social y humillando políticamente, otra vez, a un pueblo que además vio morir a muchos de los suyos, incluso bajo bombas de racimo. El bloqueo de Gaza, apenas suavizado tras el ataque a la Flotilla de la Libertad que pretendía acceder a sus costas con alimentos, recursos escolares y sanitarios, y material de construcción, hace patente, junto a lo anterior, que Israel ha hecho de la Franja un gran campo de concentración.

Los hechos no se justifican por la necesidad aducida por Israel de combatir a Hamás -organización considerada terrorista, que en sus inicios fue apoyada por los servicios secretos israelíes para debilitar a la OLP-. La desproporción entre acciones de Hamás -que no dejan de ser injustificables por usar misiles de fabricación casera- y reacciones desmesuradas de Israel, machacando a la población civil y tomándola como rehén, redunda en excepcionalidad fuera de toda ley. La arbitrariedad y el abuso sobre humanos a los que se debe respetar, pero a los que impunemente se puede matar -como señala el filósofo Giorgio Agamben en su obra Homo sacer- son flagelos que hacen del campo un territorio más allá del crimen, el cual se vuelve contra el Estado que con ello busca una seguridad paranoica.

Los derechos de los palestinos exigen levantar el bloqueo. También lo necesita un Israel que no quiera sumirse en la barbarie. En una historia que acumula tragedias, nuevos verdugos que pervierten la memoria de antecesores que fueron víctimas olvidan lo que señala el escritor judío y Nobel húngaro Imre Kertész: pueden verse aunadas la locura de los siervos y la locura de los señores, aunque el servicio de la locura de las víctimas y de la de los verdugos a la causa de la nada no sea en absoluto el mismo. El grito que emerge desde Gaza es que no haya ni señores ni siervos, ni verdugos ni víctimas, sino humanos que se traten como tales.
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