Monday, May 3, 2010

La visión mercenarista de la sociedad y la Vida Después de la Muerte de Dinesh D’Souza




Por Carlos López Dzur / Fundador de La Naranja / OC

Independientemente de lo que un ateo piense, o lo que piense un creyente (sea el más crédulo de ellos), independientemente de lo que opine o teorice el sabio o el más ignorante de los seres humanos, hay unos procesos físicos y espirituales, ocultos o esotéricos, que indican que la vida después del fallecimiento, la continuidad de la consciencia como «ser-ahí», «existencia-ahí», en una relación con entramados de «cosas» o «fenómenos nuevos», es probable. Por ésto, el libro «Life After Death: The Evidence», escrito por Dinesh D’Souza y que trata sobre el «lado racional» de este debate sobre si existe la vida después de la muerte, es esencialmente correcto, necesario e interesante. Su mérito es decir ésto no es cosa de fe ciega, sino algo más que filosófico y moral que la neurociencia comienza a explorar.

Las experiencias de muerte cerebral, los regresos a la vida después de haber estado en coma, o «cerca de morir», cada vez ofrecen mayor apoyo a la existencia de mundos energéticos, que no son necesariamente alucinatorios, sino la posibilidad de que más allá de los conceptos einstenianos del tiempo, haya un universo multidimensional, y no las sólo 4 dimensiones conocidas.

Aún cuando Dinesh D’Souza discute los temas del paso de la materia y el reino animal a la mente / consciencia, la reencarnación, la noción judeo-cristiana de la resurrección, la realidad de la justicia cósmica y su relación con valores morales, los conceptos de eternidad y vida después de la muerte que configuran, a su juicio ideales de beneficio social y político, tras leerle uno queda con la impresión que todo esa tarea intelectual por D'Souza es un tópico en su extensa agenda anti-ateísta, anti-liberal y un derechismo conservador. Es cierto que la vida después de la muerte, sea a través de la reencarnación o la resurrección, como él dice, puede ofrecer profundo significados en favor de «la senda de la felicidad y una razón para la esperanza»; pero es igualmente cierto, si se reencarna o se es resurrecto, que la oportunidad es la misma para el sinvergüenza que para el justo y productivo, en caso que sea a la Tierra a la que se regrese.

Sin embargo, con todo lo que Dinesh D' Souza dice o cree saber, la moral que deriva de sus conceptos, ensombrecen el libro. El parece un descarado reencarnado. «Life After Death: The Evidence», parece escrito para que él entre en un nuevo campo de conocimiento en que los neo-conservadores fanáticos se pinten sus luces de desarrollo espiritual y virtud, acudiendo a ideas ya dichas desde antiguos tiempos y, de este modo, granjearse una mayor atracción de audiencias. Simplemente, dar al tema un barniz racionalista y metodológico, a tenor con la ciencia de hoy e hilvar unas especulaciones políticas conservadoras, subjetivas y falseadores.

El libro parece escrito para indicar que el ateo es irracional, que las creencias modernas de tipo liberal son reprobables e innecesarias. Sugiere que hay que estar en contra de la idea de que la naturaleza humana sea «inherentemente buena», por no decir neutra, y que las incomprensiones de la vida social y política son corregibles por mediación pacífica.

Es cierto que «there are moral standards in the universe and that living up to them is the best way to have a full and happy life»; pero han sido ideologías como la que él defiende, el conservadorismo represivo y desnivelador, las que subvierten el orden moral en el universo para neutralizar que un sector de humanidad acceda a una vida plena y feliz. Y él (D’Souza) prefiere que se sigan perpetuando las incomprensiones. Es persona de estereotipos y sectarismos. De modo que, si usted es cristiano y conservador, todo está bien, estuvo bien y seguirá estando bien. El es el que absolve todos los errores de las élites y los principios de su nuevo país benefactor, originado en los sagrados principios de la Revolución Americana, sagrados porque son «principios conservadores». D' Souza se siente moralmente autorizado a defender la esclavitud como una institución noble de la Norteamérica cristiana.

Dinesh D’Souza, quien ha sido uno de los beneficiario de las derechas corporativistas y políticas que incluyen subsidios anuales de la «Olin Foundation», y canalización de financiamiento a la «American Enterprise Institute», la «Heritage Foundation», y el «Manhattan Institute for Public Policy Research», en fin, las agencias más conservadoras de la nación, recibe un promedio de $100,000. anuales, por escribir las cosas que escribe. El una máquina eficiente de escribir, o documentarse, hasta sobre lo que no sabe. Es hábil y articulado conferencista y debatiente nato y temerario. Tiene todos los recursos oportunos para pasar como más sabio que lo que realmente es.

Este libro sobre la vida después de la muerte lo ejemplifica, científicamente impecable, pero moralmente obtuso si se empeña en declarar que, porque existe, una vida después de la muerte, se justifica el conservadorismo como virtud. Virtuoso el que no se queja y tolera cualquier explotación oprobiosa. D' Souza especula con el tema de la «vida después de la muerte» confiado en que «somos parte de un drama cósmico mayor. La creencia en la vida después de la muerte no es sólo acerca de lo que vendrá más tarde. Paga muy importantes dividendos prácticos en este mundo, aquí ya hora».

Y, seguramente, para él, una parte de esos dividendos prácticos es el negocio de su kiosko espiritualista. Es cofundador y director de «God Institute», como otro brazo del conservadorismo político. Fue analista político de la Casa Blanca durante la Administración de Reagan y la revista «Investor’s Business Daily» lo distinguIó como uno de los «top young public-policy makers in the country», principales jóvenes que diseñan políticas públicas en la nación». El Concilio de Asuntos Mundiales («The World Affairs Council») lo colocó en la lista de las 500 Especialistas en Asuntos Internacionales y «Newsweek» dijo que es uno de los asiático-estadounidenses más prominentes.

Mas, aunque todo eso suene muy bonito y acreditador para vender su celebridad y su cuestionable patriotismo, él es sólo lo que la propaganda del Partido Republicano ventila como «pensador conservador», becado por John M. Olin, de «American Enterprise Institute» y no tiene más educación que su licenciatura. Es un vendedor de pomadas ideológicas. Con un Bachillerato en inglés, desde que llegó a los EE.UU. en 1978, ha estado protegido por los políticos y las corporaciones por audaz, más lengua que sustancia.

A menudo sus audacias son eregirse en juez y acusador de lo que es «moralmente incorrecto», o corrupto, esto es, quien no piense como él es el equivocado. Audaz es por espiar en la vida de los «no creyentes» e «izquierdistas», por atreverse intrusa e irrespetuosamente a publicar listas de «homosexuales», fuera y dentro del closet. Desde sus años de estudiante y reportero, siempre en revistas estudiantiles o de sensacionalismo-conservador, lo ha convertido en el «Pone-Dedos» por excelencia en el Establecimiento Cultural, soplón o chota aclamado por conservadores.

D' Souza, nacido en Mumbai, Maharashtra, India, es ese tipo de individuo inmigrante que los políticos conservadores utilizan para que sean verdugos de otros inmigrantes y minorías y no dar la cara ellos, como los anti-étnicos. En el Colegio de Darmouth, se le motivó para que criticara la admisión de minorías a tal colegio y, cuando se mudara a Washington, D.C., entre 1985 y 1987, en «Policy Review», revista política conservadora de la «Heritage Foundation», él pudo, ya bajo contrato mercenarista, seguir elucubrando sus teorías de combate contra la «Acción-Afirmativa» (que beneficia a estudiantes y personal de minorías en empleos), menospreciar y espiar contra los obispos católicos (siendo que para él son liberales, opuestos al uso y crecimiento del arsenal militar estadounidense, dentro y fuera del país).

A los 50 años de edad, uno no sabe dónde realmente está parado en cuanto a materia religiosa. Su misticismo es más o menos claro, mas no su moral acosadora. Tilda a otros de ser islamófobo; pero, él cree que haber leído el Corán, es suficiente para no serlo y, por supuesto, defiende todo lo que opina la Derecha y la gente ineducada sobre el presunto radicalismo del Islam.

Casi todas sus opiniones en torno a los escándalos sexuales cometidos por tropas norteamericanas en la prisión de Abu Ghraib, los casos de torturas e interrogatorios ilícitos e inhumanos en otros puntos, de la Base de Guantánamo a las cárceles clandestinas en Europa y Oriente, se los achaca a la «inmodestia sexual de la América liberal». Todo lo que piensa tiene el viso de lo delirante y lo denegador. D' Souza es el hostilizador «in denial» y autojusticado, con la condonación y aclamo del GOP.

En un libro como «El fin del racismo» / «The End of Racism» (1995) alega que el esclavo africano en Norteamérica fue tratado apropiadamente («pretty well»), que quienes han buscado compensaciones para los esclavos («slavery reparations»), han sido esencialmente izquierdistas («America's left wing»). Se opone a que se idealice «the rebellion against slavery» ya que lo que ha creado es «disability among some African Americans», disfunción y atrofia para su sentido de dignidad y acentuando su sentido de desafío al blanco esclavista y a la sociedad en general, como si se tratara de su centro de referencia heroica, no se restaurará el grado de orgullo y dignidad que pretende. A su juicio, el negro a calla y sorportar porque «el precio de ser desafiante», es su autodestrucción. Esta conducta («self-destructive habits still have a legacy today»), se perpetúa en sus descendientes y es por lo que tal comunidad en su mayoría sufre baja estima social. «Social and self-esteem issues is due to this concept».

En general, ni el negro ni ninguna minoría en los EE.UU. ebe desafiar a un propietario, a una élite conservadora y no se debe pedir «reparaciones», «corrección política», de viejos tratos ni con el indígena ni con el negro ni otras etnias. Nunca se debe cuestionar al amo y él enfatiza que, en muchas universidades de los EE.UU., hay intolerancia a los puntos de vistas conservadores.

¿Cómo no ha de pensar D' Souza de ese modo, si él ha sido un parásito toda su vida de las «Vacas Sagradas» del conservadorismo y, desde 1984, ha cantado loas a Jerry Falwell de quien escribió una biografía que de todo tiene, menos de crítica [«Falwell, Before the Millennium: A Critical Biography» [Regnery Publishing: 1984]. En 1997, no sorprende que salga su libro «Ronald Reagan: How An Ordinary Man Became an Extraordinary Leader». D' Souza está empotrado a ese Establecimiento de los recalcitrantes desde antes de su confesión pública formal con la ideología: «Letters to a Young Conservative» (2002) y se ha fascinado ciegamente con las «grandezas de USA» y las «virtudes de la prosperidad», que son los contratos con que Regnery Publishing lo mantiene escribiendo y bien pagado con su agenda de pintar a la izquierda cultural y a los liberales estadounidenses como enemigo de la nación, enemigo en su casa y, de ahí que D' Souza, culpe a la izquierda cultural de los EE.UU. hasta de los ataques terroristas, como el 9 / 11 [«The Enemy At Home: The Cultural Left and Its Responsibility for 9 /11 (2007)].

En tal libro, lo liberal e izquierda se confunde con todo: sus aliados demócratas en el Congreso, «the media, Hollywood, the non-profit sector and the universities», quienes se hayan pronunciado contra las guerras en el mundo islámico y aleguen la responsabilidad de tal guerra en los EE.UU. y los intereses petroleros de los Bush y sus aliados británicos.

Parte de esa izquierda cultural que para D' Souza vale que silencie su boca (¿y la libertad de expresión, como valor activo de la democracia?), es el feminismo, según nos cuenta este luminado, enemigo de la multiculturalidad y de la Acción Afirmativa. El feminismo se equivoca al alentar a las mujeres a trabajar antes que estar en la casa, criando a los hijos y con la escoba y la sartén en las manos. Lo correcto es que la esfera privada le sea «más inheremente constitutiva» que la esfera pública. Que sus criterios de éxito y valía personal no sean darse iguales representación y oportunidades que la contraparte masculina. Si lo hace, se intensifica la devaluación de la mujer. «La escala de valores de las feministas es terrible y constituye una ofensa para que la que trabaja en el hogar».

La filosofía de la historia de D' Souza crea muchas dudas en cuanto si realmente discierne lo que dice, o es un orador de barricada, salido de viejas estructuras medievales de acusación, pues él caza y quema sus brujas en tribunales inquisitoriales, que son la opinión pública y sus libros.

Para él, el ateismo es la la fuerza real que ha estado detrás de los grandes genocidas de la Historia. Ejemplica con los asesinatos en masa de Adolfo Hitler a quien llama «Tirano ateo». Deja en omisón todas la componendas y complicidades del Hitler con el Vaticano y las Falanges católicas y se inclina, por su rechazo del multiculturalismo, a pensar que «algunas culturas han sobrepasado completamente a otras proveyendo lo que las personas necesitan: salud, alimento, vivienda, seguridad y otras amenidades de la vida». Solo que al referir este logro, D' Souza no precisa el por qué. No analiza las relaciones entre opresores externos e internos versus oprimidos.

Para él, al parecer, nunca ha existido imperialismo ni colonialismo. Su mundo es color de rosa. Está «in denial», aunque sepa que hay una batalla entre la gente bruta e inferior y sus civilizadores. No entiende por qué los recursos y las estrategias para proveer lo dicho / la satisfacción de necesidades / se agota, sea por razones naturales o artificiales, sea por guerras que quiere o no quiere.

La agenda de causas a las que D' Souza promociona o defiende, le hace caer en muchas contradicciones y no hace fiable ni lo que es su mejor libro. No quiere que el secularismo ataque las religiones, ni aún cuando reconozca que éstas han sido las principales propulsoras de dogmas y no de racionalismo. Pero admite, algo que en apariencia parece cierto: «There is no society in human history that ever suffered because its people became too reasonable». Lo que obvia es cómo sucede que «haya dogmas políticos, raciales y nationalísticos» que compiten con la religión, estorban la razón y se encargan, cuando «run amok», de evitar las soluciones.

Cuando un pueblo y su liderazgo progresista, amenazan los intereses de unos pocos poderosos, que son ineficientes controladores y administradores sociales, se ocasiona la violencia irrefrenada. Las élites poderosas nunca renuncian voluntariamente al poder, aunque sepan que están en bancarrota moral y política. Buscan entonces aliados y se aferran a la guerra, a la solución violenta.

El fascismo se alió con los católicos. El culto a los héroes religiosos suele ser el pretexto para excluir y no educar racionalmente, colocando etiquetas de «no creyente», «ateo», «agente del demonio», «masón», «liberal», «izquierdista», «anarquista», «subversivo» y de ese modo, descreditarlo para no cederle su turno u oportunidad de servicio en pro de un cambio. Y D' Souza es el dogmático que etiqueta a gente que él mismo admite que son iguales en dogmatismo. «The problem is that they are too much like religions», «regimes are dogmatic to the core and generally give rise to personality cults that are indistinguishable from cults of religious hero worship». Aunque haya «culto a la personalidad» de un buen y anti dogmático dirigente, para los dogmáticos, ése resulta también enemigo. No por dogmático, sino porque puede adquirir el poder o devolverlo a un mejor liderazgo que el previo.

Así que esa comparaciones de lo que es culto dogmático merecen precisarse en un verdadero contexto, específico y analítico, sin hacer generalizaciones. Diría que el conservadurismo que él defiende es un culto a las personalidades (y dos de ellas, a las que él loa con su grandilocuencia hueca, Ronald Reagan y Jerry Faldwell, son extremedamente dogmático hasta la imbecilidad).

De él, yo sería el último en aceptar una opinión que explicite lo que es misericordia, tolerancia y valores, en pro de la paz y la armonía entre pueblos. O lo que es verdad y mentira. O si se debe o no admitir matrimonios mixtos. Sólo una administración fanática, como la de Reagan, pudo vincularlo a asesorar sobre asuntos mundiales. El no tiene el respeto del mundo académico y universitario que lo piensa un «elitista y pseudointelectual», lo que se acentuó desde la publicación de «The Enemy at Home: The Cultural Left and its Responsibility for 9 /11» (El Enemigo en casa, 2007), del que la crítica general coincidió en que fue «una desgracia nacional: el peor libro, de no ficción, publicado por una casa editorial importante en el país».

Desde entonces, ha tenido que volver a las fritangas y a las ventas de pomadas, al kioskos, a publicar con sus compinches protectores, porque es un escritor de encargo y un mercenarista ante lo todo lo que le rodea. ¿Dónde está está la verdadera espirtualidad de una persona que discursa sobre inmortalidad, virtud y valores, y sigue comportándose como un fisgón que hace parodia de todo, como cuando escribiera su «This Sho Ain’t No Jive Bro».

De Souza es un inmigrante resentido, con alma de fanático, cuasi hitleriana, sexista y ofensora, que ataca a las minorías, lesbianas, homosexuales («sodomitas en sus palabras»), árabes, latinos, afroamericanos e izquierdistas. Su vida literaria comenzó en un periodiquillo colegial que ha sido calificado entre «las más infames publicaciones ultraconservadoras» en Darmouth. Como si él fuese un blanco de ojos azules y nativista, a él le gusta forjar catálogos caricaturescos de sus alegados enemigos de Norteamérica.

Discute los aspectos disfuncionales de la cultura afroamericana, entre estos, las elevadas tasas de criminalidad, el predominio de madres solteras, sus altos índices de adictos a drogas y alcohol, negros en prisiones, dependencia parasitaria a Papá Gobierno; les ataca su música, su culto al Negro Malo y a la rebeldía, nacida en los tiempos de su lucha por la emancipación.

Listo siempre a hablar sobre todo como un experto, ha perdido credibilidad, No entiende el por qué ni los antecedentes para que se luchara cada ley de Derechos Civiles desde 1964 al presente y lo triste es que a un hombre, como D’Souza, se le emplea como analista y miembro de uno que otro «think tank», incluyendo el «Hoover Institute», cuando debe estar lavando platos.

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