Por Eduardo Anguita y Marcos Cittadini
politica@miradasalsur.com
Si en las próximas semanas se confirmará que Felipe y Marcela son hijos de desaparecidos y fueron apropiados por Ernestina Herrera de Noble, el impacto para el Grupo será de una magnitud imprevisible. Esto está potenciado por el probable fracaso de la estrategia de frenar la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y las revelaciones sobre el origen de Papel Prensa. Las debilidades manifiestas de Clarín, sin embargo, no son suficientes como para prever una caída estrepitosa. El multimedios tiene puntos de apoyo que es importante reconocer y estudiar. La tarea de democratizar la comunicación y abrir los espacios a nuevas voces requiere de inteligencia y equilibrio para analizar la coyuntura.
Puertas adentro de los medios de Clarín, se sigue el día a día de las alternativas de los tres frentes abiertos y que amenazan con quitarle, por lo menos, el lugar hegemónico que tuvo en el último cuarto de siglo. Como grupo periodístico, Clarín descansa sobre un elemento intangible que es la credibilidad de su marca y no podría soportar que Marcela y Felipe hayan sido apropiados por la directora y principal accionista del diario. Más allá de la acusación penal que ella sufriría, la imagen de los medios sería vulnerada en muchos frentes. No sólo los lectores y espectadores sino también los mismos trabajadores de los medios quedarían sin argumentos frente a las audiencias y los lectores. La caída de ese valor intangible de la marca, a su vez, podría impactar en el valor económico del Grupo ya que, tal como analiza un empresario de comunicación, “ningún inversor nacional o extranjero querría invertir en una compañía cuya principal accionista y presidenta del directorio atraviese un proceso penal por delitos vinculados al terrorismo de Estado”. Pero más que por la depreciación vinculada a la imagen, los directivos de Clarín están más preocupados por el impacto que les causará la plena vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Especialmente por la consecuente pérdida de la posición dominante en el mercado del cable, su verdadero modo de hacer caja. La pesadilla de Gordon Gekko. En octubre de 2007, Clarín comenzó a operar en las Bolsas de Buenos Aires y de Londres y colocó en el mercado acciones clase B a un valor de 29,14 pesos por papel, lo que implicó una operación por 1.457 millones de pesos (458 millones de dólares). Según la propia empresa, esto valuaba a la compañía en cerca de 3.500 millones de dólares. La salida a Bolsa se hizo bajo la convicción y previsión de que no habría restricción en la cantidad de licencias de cable, ni apertura de pliegos de licitación a otros operadores, y que nadie les sacaría los derechos exclusivos para transmitir el fútbol de primera división. Desde que se supo que la AFA rescindía el contrato de televisación con TSC, el 11 de agosto de 2009, las acciones cayeron casi el 30 por ciento en veinte días. El 3 de septiembre, recibieron otro mazazo, que fue el rechazo a la fusión de Multicanal y Cablevisión. Cuando comenzó la oferta pública de acciones de la compañía, éstas llegaron a cotizar a 32 pesos, mientras que hoy cayeron a un quinto de ese valor y se cotizan a seis pesos. De esta manera, el hecho de que Clarín no valga más de 500 millones de dólares en Bolsa genera dos problemas. Por un lado, una falta de apalancamiento para tomar deuda y por otro, una falta de financiamiento propio. Los accionistas se preocupan al cuestionarse cómo se hace para invertir si no hay posibilidades de endeudarse. Según analistas financieros cercanos al Grupo, la única forma de avanzar que tienen es abrir el paquete de acciones clase A. Es decir, aquellas que dan poder de decisión a quienes las compran. Ese riesgo tiene el agravante de la caída del "valor de compañía". El riesgo que correrían Ernestina Herrera de Noble, Héctor Magnetto, José Aranda y Lucio Pagliaro –que controlan el paquete accionario– es que alguien invirtiera 50 millones de dólares y obtuviera una sexta parte de la sociedad y poder de decisión. Los memoriosos aseguran que este peligro ya se vivió en 2002 con el ex banquero menemista Raúl Moneta. En ese momento, el Grupo estaba endeudado en el exterior en dólares. La deuda externa argentina estaba valuada en un 30% de su valor por lo que todas las empresas argentinas habían caído en su valor de deuda nominal. Moneta reunió fondos buitre y compró la deuda de Clarín al 30% hasta adquirir más del 66%. El entonces presidente Eduardo Duhalde los auxilió al modificar la Ley de Quiebras y suspender la cláusula de Cram down, por la que el acreedor puede elegir cobrar la deuda o quedarse con parte de la empresa. Si no hubiese sido por Duhalde, Clarín habría estado en manos de Moneta. Es por eso que el matutino tituló “La crisis causó dos nuevas muertes” cuando la Policía Bonaerense mató a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki el 26 de junio de 2002 en la estación Avellaneda. La tapa había sido revisada por Magneto y aprobada por Duhalde en un proceso que forma parte de una rutina de hace años. Aún hoy, todas las noches antes de definir la tapa, hay una llamada entre Ricardo Kirchsbaum –secretario general de Redacción– y Héctor Magnetto, CEO del Grupo. A veces la llamada es a Martín Etchevers, gerente de Comunicaciones Externas, pero Magnetto siempre está al tanto. En otras épocas, después de eso se llamaba al Gobierno de turno y eso era un aviso o una amenaza. Según recuerdan dentro de la corporación, el acuerdo de Magneto y Duhalde para las elecciones de 1999 fue que si había una diferencia de éste sobre De la Rúa de más de un 5 %, Magneto empujaba al lomense para arriba. Si la diferencia era menor, lo dejaba solo para no perder credibilidad. Un valor que hoy no importa tanto. El dueño de la pelota. La capacidad política de un medio depende de su credibilidad, pero no sólo la causa contra la señora Herrera de Noble se la quitó. La sola discusión de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual también mostró la caída de la pretensión de objetividad de todos sus medios. Para algunos analistas, Clarín en este último tiempo ha perdido ese capital que se ha desplazado a medios alternativos porque el público busca otra cosa. “La sensación de gran parte de la clase media es que no hace falta abrir el diario a la mañana porque ya se sabe qué va a decir.” Otro elemento que se considera es que se volvió previsible, y esto le quita posibilidades de ejercer presión. Para los empresarios mediáticos, la estrategia siempre fue construir un producto creíble, anexar otros negocios y lograr poder político con el medio insignia para presionar a favor de los emprendimientos laterales. Los ejemplos que se citan son los de Fox o del Chicago Tribune en los Estados Unidos. De eso se trata la pérdida de la ética periodística arrastrada hacia el funcionalismo capitalista. Pero en el caso de Clarín, para un experto consultado, “la falta de inteligencia muestra los intereses con una desnudez absoluta. Si se analiza la cobertura del tema agropecuario y se tiene en cuenta que uno de los miembros del directorio, José Aranda, tiene 45 mil hectáreas de campos de arroz en Corrientes junto a George Soros, se sacan algunas conclusiones. O se ve que en cierta forma fueron tibios con Botnia y se recuerda la contaminación de Papel Prensa en San Pedro, se establece otra conexión. Si cae la credibilidad del diario, del canal y la de los noticieros... si pasa todo eso, quedan destruidos”. El negocio de la televisión por cable es la mayor fuente de ingresos del monopolio, pero el negocio cambió: el pie oficial que pesó sobre la licitación de licencias de cable durante más de una década ya no existe. Hoy se venden pliegos y la competencia deja al descubierto la desinversión que la empresa llevó a cabo durante años amparada en la impunidad de la posición dominante. Antes, los cables regionales eran presionados con métodos claros: si no vendían su participación, no tenían el fútbol y eso decretaba su muerte. Esa espada de Damocles ya no pende sobre sus cabezas y las posibilidades de competir los dejan en una situación muy favorable. Para Clarín, hacer la inversión de up grade tecnológico es de un costo imposible de afrontar en estas condiciones. A escasos treinta kilómetros de Capital Federal tienen problemas para brindar Internet porque las redes no resisten, mientras que operadores de cable de ciudades chicas como Los Cardales, Villa Gesell o Alvear dan triple play con mejor calidad. Queda claro que la distribución del cable e Internet necesitan de una reinversión constante. En algunas ciudades las operadoras de Clarín llevan un atraso de seis años, que en términos tecnológicos es muchísimo. Según dicen, el interés por Fibertel no era tanto por la compañía como por la base tecnológica y por la buena imagen. Si los obligaran a deshacerse de Cablevisión, no sólo perderían dinero sino también una empresa para contraponer a Multicanal, que tiene una pésima estima por parte de los clientes. Además, en los últimos dos años Telecentro les quitó cerca del 25 % de un mercado que continúa siendo monopólico (porque Telecentro no tiene licencia para operar en Capital). Pertenecer tiene sus privilegios. Pero el grupo también tiene fortalezas y muchas están relacionadas con la disciplina de sus periodistas. Una forma de controlarlos es el sueldo. Ricardo Kirschbaum no gana por periodista sino por directivo. Es decir, él y otros responsables de la edición tienen remuneraciones de altos ejecutivos. Quienes están cerca observan que los más encumbrados no sacan los pies del plato porque siempre está la duda acerca del éxito de Clarín en su guerra contra el Gobierno. Otra manera de control es la bajada de línea directa que se hace a veces en el segundo subsuelo del edificio de la calle Tacuarí, donde no hay cámaras ni llega la señal de los celulares, un modo de impartir ordenes sin que quede registro. Por otro lado, muchos temen perder lo que se llama “quioscos”, verdadera fuente de financiación de ciertas figuras. Quienes tienen un extra en Metro o en una radio, lo tienen por ser periodistas de Clarín, Canal 13 o TN. Perder un ingreso implica perder todos. Algunos citan como ejemplo a Julio Blanck, editor jefe de Clarín, cuyo programa en la madrugada de FM La Isla concitó en un tiempo las pautas más jugosas del mercado. Muchos dicen que la actitud de cerrar P&E no fue una actitud monopólica sino política. Ese era el único lugar en el que los periodistas de Clarín ganaban dinero sin pasar por el medio. “Hoy en Metro están controlados porque los directivos saben a quién le están pautando, cuánto y controlan la línea editorial. Alguna vez en el viejo canal, a Fabián Doman lo llamó Martín Etchevers porque no le gustó algo que dijo en su programa y lo amenazó por teléfono con levantarle el programa aunque era un espacio que él pagaba”, advierten. Pero el disciplinamiento también tiene sus debilidades. Por ejemplo, Lorena Maciel leyó al aire un texto que decía que el Banco Nacional de Datos Genéticos está controlado por las Abuelas de Plaza de Mayo, se paralizó y luego pidió disculpas. O el hecho de que Juan Miceli –que ha demostrado más de una vez tener ética periodística– prefiera la pantalla de Canal 7 es una señal para el periodismo y puertas adentro del canal de Constitución. Entre los políticos, varios han estado cerca del Grupo por distintos motivos, como Felipe Solá o Julio Bárbaro. Pero hay casos más llamativos, como la militancia anti Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual de Enrique Thomas y Silvina Giudici. O el diputado entrerriano Gustavo Cusinato, a quien le dan para que lea en forma textual escritos a favor del monopolio elaborados por el ex secretario de Comunicaciones Henoch Aguiar. O José Scioli, quien es señalado como informante del voto peronista cuando estuvo en el Congreso. Otros recuerdan que la íntima relación que tienen con Elisa Carrió es de larga data y, suspicaces, mencionan que la diputada pasó 20 días y gastó 67 mil pesos en la Posada del Quenti en Córdoba. Poco después salió una nota a doble página acerca del alojamiento en el Suplemento Viajes y Turismo de Clarín. Una apuesta desestabilizadora. El problema que tienen los que toman decisiones en el multimedio es que sus análisis y previsiones son sobre la base de desalojar al actual gobierno antes de que termine su mandato. La consigna “son ellos o nosotros” circula como una apuesta a crear –de modo artificial pero sobre todo antidemocrático– un escenario donde volteen la ley de medios y eviten que se conozca la identidad de Felipe y Marcela. No sólo eso significaría tumbar un gobierno sino someter una decisión soberana del Parlamento y la pretensión de condicionar a la Justicia. Pero tal vez sea demasiado tarde hasta para eso, porque aunque el kirchnerismo no triunfara en 2011, ellos perderán la posición monopólica en el espectro audiovisual y toda la maquinaria empresarial está montada sobre la base de tener posiciones dominantes en todos los medios que encaran. Esa es una debilidad relativa ya que, hoy por hoy, el impacto masivo de los medios controlados por Magneto no tiene competencia. Sí tiene competidores, que se van afianzando día a día, pero que no suplen con su calidad el peso cuantitativo del rating y la circulación de sus medios. La identidad de Marcela y Felipe puede producir un cambio imprevisible. El temor que les produce a los directivos se traduce en la cantidad de decisiones desacertadas. La solicitada y el video de Felipe y Marcela, armados por la agencia de Carlos Souto, demostró infinidad de fallas. A la falta de moral que trasunta tener dos personas cautivas de una identidad falsa, se contrapone el prestigio que tienen las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo. La sociedad ya tiene este tema como un debate cotidiano. Los mismos directivos de Clarín se ocuparon de instalarlo en la agenda pública. Algo contrapuesto al silencio de siempre. Lo hicieron por dos motivos contrapuestos. Uno es por impotencia, por incapacidad de asumir –y pagar el costo– que fueron parte de una dictadura cívico militar. El otro es que se preparan para lo inevitable y quieren aprovechar su gran capacidad de impacto mediático poniéndose en el lugar de las víctimas. Quieren que, aún después que se sepa la identidad de Felipe y Marcela, un sentimiento a-histórico y fascista se apodere de parte de la sociedad. Tienen la idea de que es mejor consolidarse como la expresión cultural de la derecha reaccionaria pero, al mismo tiempo, contar con la simpatía de algunos supuestos izquierdistas que, por centímetros de prensa y minutos de televisión, sean la cara ética de una maniobra para evitar la complicidad con el terrorismo de Estado.
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