Por CARLOS BARRAGAN
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Estimado Ernesto:
Soy el autor de Somos boludos, la cancioncita que por estos días te indigna y que escribí inspirado sobre todo en vos cuando te escuché (después escuché lo mismo de otros periodistas y políticos, en los casos en que esas categorías vayan separadas) que el Gobierno se había apropiado de los derechos humanos, y que por eso este año no ibas a ir a la marcha del 24 de marzo. Me pareció que utilizar el verbo “apropiar” estaba allí ubicando al Gobierno hacia un delito excepcional: robarse la causa y la razón de los derechos humanos. Sumando así otra iniquidad a las tantas que se le han sumado. En aquel momento sentí que la satisfacción de Madres, Abuelas y ciudadanos por la posibilidad de poder juzgar a represores no debía quedar teñida de esa mugre de la “apropiación”. Así que tomé un concepto sencillo de Sandra Russo: piensan que somos boludos porque al abrazar la búsqueda de justicia lo que hacemos es abrazar a un gobierno infame. Por eso la cancioncita dice “cuando meten preso a un viejo torturador, lo hacen para que a Cristina le vaya mejor”. Bien, en caso de que así fuera, si un cacho de justicia favorece la acción o la imagen de un gobierno, ojalá hubiésemos tenido más gobiernos autoglorificados por la consecución de justicia.
Ahora bien, la infamia del Gobierno sería autoadjudicarse con exclusividad la defensa de los DD.HH. Y ahí sí que hay una falta de justicia. Kirchner –que como informás no hizo nada antes por los DD.HH.– se envalentona. ¿Pero por qué se envalentona? Sencillamente porque –y esta es una acusación que le hace Patricia Walsh– lo único que hizo por los DD.HH. fue juntar los diputados suficientes para levantar la mano para poder derogar las leyes que protegían a los represores. ¿Y qué más tenía que hacer? ¿Volver a los ’70 como un Terminéstor para en lugar de hacer plata en el sur ponerse a defender a los perseguidos? Observación: hacer plata en este caso es señal de falta de moral.
Kirchner no es un militante de DD.HH., es un político que tomó una decisión política (decisión que no le trae mayores ventajas en las franjas altas ni en la bajas, apenas en las capas medias que seguimos siendo “progres”, ¡ay!). Y como político, cuando hace algo más o menos bien, lo magnifica para capitalizarlo.
Por lo tanto, mi cancioncita no acusa a nadie de oponerse a los juicios, acusa a los que como vos nos acusan de boludos que somos comprados en nuestras conciencias boludas, y no somos capaces de ver que cuando apoyamos a la Justicia apoyamos a estos impostores que la hicieron posible. Porque vos y los que nombro, creen que los Kirchner no se merecen apoyo ninguno porque no tienen méritos. Porque ustedes quieren gente virtuosa gobernando, no gente –cualquier gente– que tome decisiones que favorezcan la marcha del país. Es por estas cosas que la cancioncita para vos es Propaganda Oficial, cuando en realidad representa a miles de personas que piensan como yo y no como vos. No pensar como vos, en este punto, es ser un propagandista.
Hay una realidad, la izquierda, la de verdad (no la que pudo haber sido la tuya o la mía) se enoja con el kirchnerismo porque siente que les robó su bandera. Y puede ser cierto, la bandera de los DD.HH. Kichner se las robó y la clavó donde debía estar. Zamora se enoja porque él quería otra cosa, mejor, más pura, menos peronista, una cosa imposible pero de verdad virtuosa. Y Zamora se enojó conmigo porque lo puse en la misma lista que Morales Solá. Y es que los dos dijeron lo mismo: apropiación. Por derecha y por izquierda ambos disconformes con esta costumbre de los Kirchner de ser impuros, impuros con la izquierda para lastimar a la derecha.
Por lo tanto Ernesto, no miento en mi cancioncita. La escuchaste mal, o mentís vos.
Pongámosles nombres a las cosas: yo, que soy Barragán, estuve ahí en 6,7,8 cuando Magdalena le hace una pregunta a Videla. “Sólo eso” decís vos, Ernesto. Y Magdalena no le hace “sólo eso”, le tira un bombón de dulce de leche a Videla, le pregunta a Videla por la forma distorsionada en que se presenta en el exterior nuestra realidad y si tiene planeado viajar por el mundo para aclarar esa mentira.
Defendí a esa Magdalena recortada en el tiempo, diciendo que en aquel momento ni a mí (que tenía 13, 14 o 15 años) ni a mis padres, ni a las organizaciones de izquierda, ni a la sociedad en general nos seducía la idea de una democracia. Y creo haber dicho también que en ese momento decir la verdad significaba la muerte. No sé si dije algo más, pero sí sé lo que pienso. Que estamos revisando nuestra historia, que Magdalena no es aquella Magdalena, que concuerdo con vos en eso de su posterior defensa de las víctimas, y pensé también que la postura de Pablo Llonto (que los periodistas tienen una responsabilidad mayor que el ciudadano común y que sin su neutralidad o apoyo la dictadura no hubiera sido posible) me pareció demasiado exigente, pura, y de improbable justicia mirando las cosas desde tan lejos. También pensé y dije que el Tribunal de las Madres me parecía algo pueril, más digno de estudiantes universitarios que de una organización seria, y que Madres tiene los medios para comunicar lo que quieran sin teatralizar una cosa tan católica y de estética inquisidora como un juicio en una plaza. Magdalena es un ejemplo fallido (por eso lo tomás) en esa lógica que creés injusta de “malos ahora-malos antes”. Pero es difícil de negar la trama de periodistas, empresarios, operadores, economistas y demás que mamaron de la teta de la dictadura y se hicieron grandes en una democracia que sólo imputó a los que estaban manchados con sangre y no con tinta de billetes verdes.
Magdalena sí sirve como ejemplo en tu visión virtuosista de la política. Sospecho que ella también detesta que sean los impuros Kirchner quienes terminaron clavando la bandera de los DD.HH. con los juicios. Y también percibo como más noble su actitud al leer una carta que pedía por un desaparecido en 1978. Más noble que conseguir un montón de diputados peronistas para que levanten la m ano.
Entonces, Ernesto, ¿qué es para vos cuidar la memoria histórica?
¿No mostrar a Magdalena haciéndole una pregunta que efectivamente armonizaba con la abierta propaganda oficial de la dictadura?
6,7,8 no se hace en un ministerio. Se hace en una productora de televisión. Lo piensan productores de televisión, y en el piso cada uno dice lo que quiere según sus convicciones. Las del momento claro, porque somos sujetos de la historia.
Yo creo que llevás la marca más comprada en los ’90. Ya no podés no pensar que la política es una actividad repudiable por definición, por ende la defensa de una política sólo puede ser una acción de propaganda. Y cuando decís que “los gobiernos son demasiado poderosos para defenderse solitos”, estás pensando en Menem, no en Illia o en Allende. Pero claro, los K no son virtuosos como ellos, son gente muchas veces injusta, con un pasado que no es inmaculado, y con actitudes intemperantes.
Son la gente que tenemos para oponernos a los que quieren una nación más chiquita para negocios más grandes.
Y yo no hago propaganda. Escribo canciones en las que canto lo que pienso.
¿Lo pagaré muy caro? Ya lo estoy pagando.
Te pregunto ¿no estás pagando muy caro al forzarte a defender la causa de aparentes colegas tuyos que informan y opinan/operan histórica y consecuentemente con intereses empresariales?
Creo que sí. Lo estás pagando cuando escribís una columna que podría haber firmado Ricardo Kirschbaum.
Con sincera estima, Carlos Barragán.
Saturday, May 15, 2010
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