¿por qué será que cuando tenemos la felicidad soñada entre las manos, no la saboreamos más a fondo?; ¿por qué seremos tan inconscientes y nos cuesta tanto identificar el momento de gloria?; ¿por qué no chupamos como troncos sedientos la savia de alegría de ese instante, y lo vamos liberando como alimento para que nos nutra día a día?; ¿por qué la felicidad nos pasa desapercibida en el segundo mismo en que la estamos viviendo, y luego toca revivirla a punta de recuerdos?; ¿quién nos metió en la cabeza que la felicidad, para ser reconocida, debía ir vestida de felicidad, con un letrero luminoso diciendo: hey, estoy aquí. Soy la felicidad, disfrútame?
Ángela Becerra
"De los amores negados"
(Barcelona, Ed. Planeta, 2006)
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