Por razones que ahora no vienen al caso, he pasado unos días en los que la impotencia de estar tan lejos de casa se me ha agigantado. Las cosas, al momento de escribir estas líneas, ya están casi controladas, gracias a esos ángeles que nunca me faltan y que bendigo cada día.
Lo cierto es que ayer me tocó mi karma semanal de ir a hacer la compra y estando en el súper, me dice mi hija Laura "¡¡¡Mira mami, mira!!!", y me sonríe desde un estante un paquetito de tres tabletas de chocolate que no tendrían nada de particular (amén de mi locura por él) si no tuviera escritas en letras doradas sobre las tres tabletas el nombre de VENEZUELA. Dejo la foto como prueba. En ella se ven, además de las 3 tabletas, unas florecitas blancas y azules (calas en España, alcatraces en México) que me regaló un Enano maravilloso en una incursión que hicimos por el mercado público de San Miguel de Allende (Guanajuato-México), una roca volcánica que recogí en la Calzada de los Muertos, al pie de la pirámide del Sol, en Teotihuacán - Edo. de México, un calidoscopio y una concha de avalon llegadas desde Nueva Zelanda, una bombilla para mate que compré en Quilmes - Buenos Aires y tres cuadernos, el primero de ellos lo compré en Praga y los otros dos me los regaló mi comadrehermanayamiga Alejandra, uno de ellos (el del medio) en San Miguel de Allende, el mismo día de las flores, y el otro me lo llevó a Caracas desde Celaya-Guanajuato. Las patitas detrás del caleidoscopio, a la derecha, son de una pareja de caballos indúes de mi colección. La fotografía que apenas se ve es de mi mami, que si sabe que siquiera se ve un milímetro de ella aquí, me cuelga de los pulgares en el Puente Romano, así que shhh
Todos recuerdos que no me dejaría atrás nunca, todos me contienen hoy, día en que las aguas parecen volver a su cauce poco a poco, incluido ese guiño de mi tierra encontrado en un lugar inesperado...
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