- Lo que me harta no son las multitudes, sino ese tipo de multitud que es totalmente indiferente a lo que he venido a decir. Puedes ir desde Nueva York hasta Londres sobre el océano, puedes estar sacando eternamente monedas de oro de la nada, y ni siquiera así conseguirás despertar su interés, ¿sabes?
Al decir esto, su expresión reflejó una inmensa soledad, la mayor que yo le había visto manifestar a un ser humano viviente. No mecesitaba alimentos, ni techo, ni dinero, ni fama. Lo que le mataba era el anhelo de comunicar lo que sabía, cuando a nadie le importaba en la medida suficiente para escucharle.
Frunciendo el entrecejo para no romper a llorar, le miré a los ojos:
-Bien, tú te lo has buscado -dije-. Si tu felicidad depende de lo que hagan los demás, supongo que estarás en aprietos.
Irguió la cabeza y sus ojos centellearon como si le hubiera pegado con la llave. De pronto pensé que no sería prudente incitarle a enojarse conmigo. Cuando te alcanza un rayo, te fríes en seguida.
Luego volvió a relucir su fugaz sonrisa.
-¿Sabes una cosa, Richard? -murmuró lentamente -. ¡Tienes... razón!
"Ilusiones"
Richard Bach
Thursday, November 25, 2004
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