Mientras escribo estas líneas, escucho la 88.9 FM, que es la radio que escuchaba en Caracas, la que me despertaba por las mañanas con su música y la que me acompañaba en los interminables atascos del tránsito que caracterizan al hermosísimo valle de Caracas...
¿Cómo explicarlo? Cuando desde el helicóptero que reporta a través de la radio, dan el parte sobre el tráfico de la ciudad, yo puedo ver cada avenida, cada autopista, cada urbanización que van nombrando... Cuando dan anuncios publicitarios, puedo ver los lugares que se promocionan... o las caras de los locutores... y cuando escucho algunas canciones, recuerdo momentos, estados de ánimo y lugares dónde estaba cuando las escuché estando allá...
Es increíble cómo me alcanzan olores, texturas, sonidos de mi tierra en lugares inesperados... Hace varios domingos, estando en Sevilla, pasé por una calle y me olía a casabe... en la radio de aquí, me encuentro con anuncios publicitarios en los que el locutor tiene mi acento y me hablan de Tepuyes y selvas que formaban parte de mi paisaje... y nunca antes me emocionó tanto un acento colombiano, ecuatoriano o argentino, como cuando voy por la calle y sus ecos me alcanzan...
Siempre he pensado que esa foto que encabeza este Post fue mi despedida insospechada de Caracas, de hecho fue la última que me tomé estando ahí (Gracias por esa tarde, Fa)... mís últimas pisadas sobre El Ávila... nunca más otro olor se sobrepondrá a su olor a tierra viva... ni habrá otro atardecer como ese que contemplaba en la fotografía... nunca otra tarde como esa... como tantas que pasé en sus faldas...
¿Será que hay que perder para ganar? Perder lo cotidiano, para ganar el darse cuenta, el recapacitar en las maravillas que dábamos por sentadas, cuando en realidad eran un tesoro invaluable...
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