Pablo Mora al alimón con la Esperanza
Te quiero a pesar del cómplice silencio para distraer el hambre de los humildes o arrancarle el fruto de sus sienes. Te quiero en las largas, confusas llanuras, serranías, en las que levanta, amasa y cuece el hombre su pan escaso, esparcido por el viento, buscando la pulpa ausente de los frutos idos. Te quiero a pesar de las babeantes, incompletas verdades, vertiendo su estiércol, retrasando nuestra marcha hacia el pan de cada día. Pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo ha de salir de este sentir. Te quiero, país desnudo que sueña; país insomne que lucha; país despierto que grita; país resuelto que espera; país de sol y de brega; país de siembra y cosecha; país de pulso y de fuego; país de barranco, de lumbre y de gloria; de palabra, pueblo y pólvora; de béisbol, ringside, furia y sampablera.
Me acuerdo de un amanecer alpino, en pleno invierno, soñándote despierto, entre la noche de la guerra, del hambre y de la lluvia, alzándote en los brazos, ofreciéndote a la vida, a punta de herejías, fabricándote, llevándote. Tapándome la cara, me acuerdo de la primera luna allá en Palermo, bajando del Amparo, camino de la aldea. Tapándome la cara, te imagino, desperezado, después de esta avalancha, calmada la borrasca, con zapatos rotos o nuevos, cuesta arriba, fuerte el corazón y el brazo, victorioso, desafiando porvenires, conquistando soles. Te quiero, país, pañuelo arrugado, maltratado, de estrellas impasibles, con sus calles cubiertas de carteles. Te quiero, sin vuelta, sin derecho, sin remedio, nada más que de cerca y amargado. Y de noche, insomne. Vámonos, patria, a caminar, yo te acompaño.
Pablo Mora
Poesía, Sociedad Anónima
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