...la arena blanquísima que está en un jarrón de cristal de murano que me regaló Allan Brewer Carías el día de mi boda...
...el reloj despertador Sony blanco y con forma de cubo, que está sobre mi mesa de noche... de la pared azul y rugosa que queda detrás de la cabecera de hierro forjado y madera de mi inmensa cama... y de las lámparas Tiffany que están a cada lado...
... de las persianas de madera de la ventana de mi habitación...
... de las caracolas enormes que están adornando las repisas de mi cocina y que me traje de la isla de La Tortuga...
... del aroma del cafecito caliente a las 5 am, que me tomaba sentada sobre el brazo de un sillón, en el salón de mi casa, mientras veía amanecer sobre Caracas...
... de los atardeceres a la orilla del mar en Juan Griego, Isla Margarita...
... de la inigualable chicha de la Plaza del Rectorado, en la Universidad Central de Venezuela...
... de mi secador Revlon y la cestita celeste donde ponía los cepillos y peines...
... de mi colección de cajas de todos los materiales y tamaños, traídas de todas partes del mundo...
... de mi escritorio y de la vista envidiable sobre el Valle de Caracas que tenía cuando me sentaba a escribir...
... de la inmensidad de los Andes venezolanos... de la fuerza y la magia del Orinoco y el Caroní... de las aguas transparentes de cada playa... de los paseos en yate por Morrocoy... del inmenso y poderoso lago de Maracaibo y su valiente puente...
... Y así se va instalando la nostalgia rotativa que invade mi alma a diario, cuando me descubro extrañando éstas y muchas otras cosas, mientras estoy al otro lado del mundo... tan lejos... tan lejos...
Wednesday, June 16, 2004
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