Hoy, luego de poner orden en la casa, salir a comer fuera y ver pasar a Noé con su Arca por una Córdoba pasada por agua desde el amanecer, me tocó ir a Urende (valga la propaganda) a comprarle lo que ella pidió: una laptop (de muerte lenta) desde la que les escribo en este momento (yo kello una así buaaa). Al volver de la tienda, conecté todo, la dejé jugando con su compuLa dejé conectada y me senté frente a dos de mis bibliotecas a armar cajas, a meter libros y a anotar en un cuaderno (cajas numeradas de por medio) el contenido de cada caja y de los libros que cada una contiene... No habría pensado jamás, antes de hoy, que me daría cierta tristecita dejar esta casa que nos ha cobijado durante cuatro años, porque en todo este tiempo y aunque el buzón tiene mi nombre y me llegan aquí las cartas y las facturas, jamás la sentí mía en el sentido emocional del posesivo... Me alegro mucho de irme a mi casita new, tan luminosa y cálida, tan distinta a esta donde he vivido desde mi llegada a España, pero me da cosita en el corazón saber que antes de un mes, ya no estaré aquí y será otro el paisaje que me rodee, a pesar de que me voy muy cerca... En fin, ¿quién me entiende?, vuelvo a repetir uno de los aprendizajes que más lágrimas me ha costado en este proceso de emigrar: no valoramos lo que tenemos hasta que ya no está y no hay vuelta atrás... Lo que sí he capitalizado es el "darme cuenta" antes de que suceda, que es bastante...
He extrañado muchomucho sentarme aquí y escribirles, pero aviso desde ya que va a haber muchas intermitencias hasta que, finalmente, me mude con todos mis cachivaches, la primera semana de Junio, así que bórrenme ésa ¡y las que falten!
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